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Mostrando entradas de marzo, 2021

Huellas

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  Volví a caminar por los senderos de mi infancia. Con alegría descubrí que algunas huellas todavía estaban frescas. En cada recodo, un árbol seco; en la gruta del tesoro, hay un “bay biscui”t. Debajo de cada piedra una señal de orientación. La brisa olía igual que el viento en la cara de aquellos viajes en la vieja camioneta. Las hojas, a mis pies, crujían la misma música que mis primeras notas de guitarra. Se voló un hornero llevándose mi mirada, que ya no volvió. Las agujas de pino   alfombraban el camino marrón de mi país de ensueño. Un charco me devolvió la sensación de la primera pasión. Zapatillas al hombro, pies y barro son amigos naturales de una niñez humilde Sigo andando, y, de tanto en tanto, voy hallando huellas frescas que oxigenan y descansan una sangre adulterada por los años y la vulgaridad... "Huellas" en  la voz de Alfredo Escudero

Cantar con alguien.

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  Parece como un lazo. ¡Vaya si aplica la palabra “cuerda”!  Da la impresión que algo se anuda para siempre.  La vibración de una voz sentida conmueve; pero cuando dos o mas voces se embarran juntas en una misma huella no hay camino que parezca duro, ni pareciera la bifurcación una duda.  Cuando uno ha cantado con  alguien, celebrando el encuentro, agradeciendo una comida compartida, o mitigado una pena, queda el alma bendecida y de alguna manera amarrada de por vida a esa otra voz hermana.  Gracias a la voces que me enseñaron de que va el camino. Gracias a las que anduvieron de a ratos conmigo y a aquellas que me permiten acompañarles en su andar.

Mis fantasmas y yo

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La Música tiene ese extraño poder para exorcizar las angustias y ahuyentar algunos fantasmas. Es posible que no pueda alejar todos mis males, ni diluir mis espectros en sus propias nieblas, pero lo que es seguro es que la Música me crea un espacio neutral donde mis fantasmas y yo podemos dialogar de tanto en tanto; negociar ciertas treguas y, a veces, hasta componer juntos alguna canción.

Caminando por la pista

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Un momento en la noche.  El croar de las ranas se parece bastante al ralentí de viejos motores radiales que se quedaron resonando entre los pastizales.  Las pisadas de los hombres rompen ese otro silencio que se entremezcla con las risas de cuentos fantasmales y bromas pesadas. El perfume de la menta se acomoda al espectáculo indomable de las estrellas.  Lo oscuro se ilumina en un ladrido que reclama el regreso a los hangares.  Un ADF sonoro para orientarse.  Ya no hay luna, no hace falta. Estos muchachitos saben que la penumbra es un buen lugar para volver a la adolescencia en lo que dura un recorrido por la pista. Mañana volverán, a la luz del día, a sus respectivos tiempos. Un presente maravilloso, construido a costas de honrar sus sueños.

El forastero

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El forastero se acercó a la tranquera dispuesto a hacer sonar por segunda vez la campana, agitando la cadena del llamador. El otoño se hacía sentir en aquel pueblo costero desde el frío de la noche y desde la soledad de las calles de arena. En el interior de aquel viejo Galpón sonaba Música amigable a un volumen que   ahogaba el tañido vibrante. Quienes estuvieran adentro estaban compartiendo un buen momento, en tan grata compañía que ninguna campana lejana podía (ni debía)   interrumpir.  El soplido de la brisa costera se armonizó con un creciente ronroneo inconfundible: Las luces de un brillante   Citroën 3 CV se apagaron frente a la   tranquera, mas no cesó en la rítmica de sus dos cilindros, pues una vez que hubo descendido, el pasajero extendiendo la mano que le quedaba libre a modo de saludo y quien conducía se alejó haciéndose parte del viento. El Hombre le echó una mirada al forastero y, sin interrogatorio alguno, abrió la tranquera y lo an...

Ignición de anécdotas

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  ¡Ah! ¡Ese aroma de tierra y pasto mojados que se cuela, implacable, por el portón entreabierto del hangar!. Los primeros repiques de gotas gruesas sobre las chapas, un viento frío y gris de otoño que no resulta agresivo; mas bien se parece a ese amigo incondicional que te pone la mano en el hombro y te canta las verdades que otros no se animan. Al principio fastidia, pero después entendés y valorás que te ponga en tu lugar y, finalmente, los hombres guarecidos en aquella cueva de metal que huele a hidrocarburos varios, se dan cuenta que estaban demorando el encendido de la hornalla. Ignición inminente de un día en el que sólo volaran las anécdotas. (¡Ojo con las que cuenta Alfredo Escudero...  no todas son ciertas...! Mucho menos aquellas en las que  el que suscribe pudiera estar involucrado!) 

Cuando todo pase

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    Cuando todo esto haya   pasado. Cuando podamos volver al abrazo. Cuando el beso vuelva a ser parte del trato, acordate de los Artistas.   Esos que con sus escritos, sus danzas,   sus canciones, sus pinturas, sus actuaciones y relatos audiovisuales, acompañaron tus momentos de incertidumbre.   Cuando todo pase, y puedas volver a producir tu sustento, pensá en los Artistas que dieron lo suyo aún sabiendo que nada obtendrían.   Cuando todo pase,   y tus necesidades básicas estén a salvo, pensá en guardar unos pesitos para volver a darte una vuelta por el Arte.   En una de esas te haces un rato Para   ir a una muestra, comprar un libro, Ver una obra,   asistir a un recital. Habrá una Artista agradecido. Ahora que recordamos lo que  de verdad importa.    Cuando todo pase, recordá que el aplauso es como un desfibrilador para cuando el corazón del Artista se debilit...

Amelia. Un sueño de cartón

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Doblaba con infinita paciencia cada caja que encontraba. El procedimiento implicaba desplegar el objeto de cartón hasta convertirlo en un plano. Luego lo doblaba en tantas etapas como fuera necesario para que ocupara poco espacio en su carro. Supo, desde un comienzo, que era vital perder unos segundos más en acomodar las cosas para que luego el trabajo rindiera más. Usaba este precepto para todas sus actividades. Sabía que debía alimentar a sus dos hijos y no se podía permitir fallos en su labor. Sabía también que sus fuerzas físicas eran limitadas y que cada kilo que arrastraba en el desvencijado carro se transformaría en algunos pesos sólo si llegaba con su carga hasta el depósito.  “Todo cuesta algún esfuerzo” , solía decir. Nacer, ya le había costado bastante. Su madre llegó al hospital con lo justo. Con el tiempo justo, con la dilatación justa y con una ajustada vuelta de cordón en el cuello de Amelia, que decidió asomarse al mundo tras una catarata de líquido amniótico e...

Carola.

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  Cientos, miles de personas se congregan en el que ahora llamamos Cementerio de la Recoleta. Todos quieren rendir un homenaje pasando cerca del féretro que aloja el cuerpo de una mujer que torció el brazo de las imposiciones de su época. Lleva por mortaja un tumulto de tela, al mismo tiempo suave y resistente, como esas mujeres que saben lo que quieren y luchan por ello. Algunos veían como una herejía que se arropase un cadáver con la sedosa tela de un paracaídas. Otros, los que sabían de qué se trató la vida de Carola Lorenzini, apreciaban aquel manto como un emblema de su paso a la gloria. Carolina Elena fue la séptima de los ocho hijos de José y Luisa. Cuando nació, en agosto de 1899, aquel paraje se denominaba “cuartel 8”. Pasó un tiempo hasta que los tendidos ferroviarios le asignasen al poblado la denominación de “Empalme San Vicente”, y mucho tiempo mas para que en la actualidad le llamemos Alejandro Korn a la pujante cuidad del conurbano que tiene una calle con el nombre...

El destino es inimputable.

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  El destino no roba nuestras ilusiones. Nosotros las abandonamos. Comodidad, cansancio, falta de interés o convicción. La moneda por encima del ideal. La seguridad en lugar de la incertidumbre de la lucha permanente. Un tratado de rendición conveniente, en lugar de quemar las naves. La decisión en manos de otro. Otro, que ni sabe ni le interesa lo que pensamos ni sentimos. Pero otro, así no es culpa nuestra.  El destino no se robó nuestras ilusiones. Decidir permanecer libres de culpa y cargo a causa de no haber hecho nada. Nada de que culparnos, nada de qué hacerse cargo. El silencio cauteloso y la no confrontación, ya no por una impronta pacifista que sólo quedaría bien en Gandhi, o en alguien con su fortaleza. El silencio, tan sólo por mantenerse al margen de un cuaderno en el que podrían haberse escrito páginas de gloria, poemas de insurrección, cartas de amor y declaraciones de guerra a la corrupción y la cobardía. El destino es inimputable. Carece de malicia, si se llev...

El Cantautor

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El Cantautor debe comprometerse con lo que dice en sus canciones. El Cantautor debe alzar su voz y su poesía por aquellos que no las tienen. El Cantautor, debemos decirlo, pasa un rato por las alegrías, las desigualdades y las injusticias y luego vuelve al camino que le ha tocado recorrer. Es por ello que, en su andar, el Cantautor no debe olvidar nunca el recibimiento, el aplauso o acaso el pan recibido. Serán su memoria y su Arte las que se convertirán en nuevas declamaciones cantadas... por los que no tienen voz, por los que no tuvieron poesía.  Abrazo de canción.  Dany Pereyra