Uno de los nuestros ha llegado
¿Que
es ser “unos de los nuestros”?
Es ser alguien nacido y criado en la clase obrera. Es un pibe de barrio, alguien cuyos padres no terminaron la primaria y consiguieron poco o mucho, según de que lado de la ambición se lo mire, a fuerza de trabajo, y constancia. Uno de los nuestros es aquel que vió, desde pequeño, a su padre levantarse temprano y volver tarde, mientras su madre limpiaba, cocinaba y planchaba para los que habitaban su casa y, muchas veces, para los de otras casas un poco mas acomodadas.
Uno de los nuestros conoce el valor de los premios obtenidos con esfuerzo, los primeros pesos ganados aún con edades de un dígito. Uno de los nuestros sabe de las cosquillas en la panza por la emoción del primer beso, como así también de las provocadas por vacíos momentáneos que la polenta y los fideos con aceite saben curar. Uno de los nuestros conoce su reflejo en el vidrio del kiosco frente al anaquel de las figuritas imposibles, ya no por difíciles en el azar de los sobres, sino por incomprables.
Uno de los nuestros sabe hacer asado, sabe compartirlo y estirarlo para que alcance, aún cuando llegan los primos o los amigos inesperados a poblar el tablón con caballetes de un domingo que no requiere ni tarjetas personales ni e-mails de invitación.
Uno de los nuestros conoce los nombres de todos los vinos que venían en botellas retornables de litro. También conoce sus sabores ajustados a la sabia proporción de soda que la mesa familiar demanda.
Uno de los nuestros es capaz de leer la borra que deja ese vino en el vaso de un padre triste.
Uno de los nuestros puede contar a sus hijos como se lucían Batman y Robin cuando sólo usaban ropa blanca, negra y gris y nunca moría ningún villano.
Uno de los nuestros es capaz de ridiculizar al pronostico satelital clavando una cuchilla en el punto exacto de la tierra en que se unen las líneas de sal con las creencias campesinas de su madre.
Uno de los nuestros conoció los pasillos de la villa mucho antes de que fueran un impactante informe de “Telenoche”. Allí vivían algunos de sus amigos.
Uno de los nuestros sabe reconocer desde pequeño lo que significa una batería de 12 volts para alimentar hambrientos burros de arranque. Si la eléctrica alfalfa se agotaba había que sumar amigos y vecinos que supieran sumar fuerzas para empujar.
Hoy uno de los nuestros ha llegado, ha roto la barrera y se convirtió en un profesional con un título universitario. Ha podido, uno de los nuestros, saltar la valla infranqueable para los que mirábamos desde la tribuna sus atléticos esfuerzos físicos e intelectuales. Consiguió llegar mas allá de los loables logros terciarios de la familia y el núcleo de amigos.
Hoy estamos de fiesta. Uno de los nuestros ha llegado, y cada cual a su manera ruega y pide por que ese título que empuña en su diestra lo convierta en abanderado de los que celebramos su llegada. Algo así como un representante de la raza obrera en el congreso de la vida cotidiana. “Ese es mi hijo!”, dirán sus padres. “Se recibió mi sobrino!”; “...mi hermano es profesional con titulo”, “mi amigo se graduó en la universidad!”
Allá va uno de los nuestros cargando en sus espaldas todos nuestros mejores deseos, algo de nuestras frustraciones y deseos incumplidos. Porta sobre sus hombros el barrio, la familia, los amigos y todos los anteriores momentos de su vida, sin los cuales nunca hubiera llegado a ser quien es. Lleva, enroscados en ese papel con firmas importantes, la impronta de su esfuerzo junto a sus fracasos y renuncios. Viajan con él nuestras limitaciones y nuestro voto a su honradez como una vacuna contra las tentaciones que su profesión, el destino y el poder puedan ofrecerle a cambio de su memoria.
Hoy, uno de los nuestros se ha convertido en profesional universitario prometiendo por su honor y por la patria cumplir con los designios mas elevados de su profesión. Si apunta tan alto y cumple, podremos dormir tranquilos, ya que uno de los nuestros lo ha logrado, y nosotros hemos aportado lo necesario para que se mantenga de nuestro lado.
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